La comunicación que bloquea la compasión

La comunicación que nos aliena de la vida surge de las sociedades jerárquicas o de dominación, y las sustenta. Cuando los pueblos están controlados por un número pequeño de individuos que buscan el beneficio propio, a los reyes, zares, nobles, etc., les resulta muy útil que las masas se eduquen con una mentalidad de esclavos. A tal efecto, el lenguaje de lo incorrecto y de expresiones como “deberías” y “tienes que” es totalmente adecuado para ese propósito: cuanto más acostumbramos a las personas a pensar en términos de juicios moralistas que implican lo que está mal o incorrecto, tanto más aprenden a mirar hacia fuera de sí mismos.

la comunicación que aliena de la vida tiene profundas raíces filosóficas y políticas

Los juicios moralistas

Los juicios moralistas, ciertas formas de comunicación nos alienan de nuestro estado natural de compasión o solidaridad. Estos juicios se reflejan en comentarios como: “Tu problema es que eres muy egoísta”, “Eres una perezosa”, “Están llenos de prejuicios”, “Esto es inapropiado”. Echar la culpa a laguien, insultarlo rebajarlo, ponerle etiquetas criticarlo, establecer comparacion y emitir diagnósticos son distintas maneras de formular juicios.

Es importante no confundir los juicios de valor con los juicios moralistas. Todos hacemos juicios de valor con respecto a las cosas de la vida que estimamos. Podemos valorar, por ejemplo, la honradez, la libertad o la paz. Los juicios de valor reflejan nuestras creencias con respecto a cómo podría mejorar la vida. En cuanto a los juicios moralistas, los hacemos en relación con las personas y conductas cuando no concuerdan con nuestros juicios de valor.

Decimos, por ejemplo, “La violencia es mala. Quien mata a otro ser humano es malvado”.

En lugar de usar “Me asusta el uso de la violencia para resolver conflictos; yo valoro el empleo de otros medios en la resolución de los conflictos humanos”

Clasificar y juzgar a las personas promueve la violencia

Las comparaciones son una forma de juicio

Negación de la responsabilidad

El lenguaje que solemos usar oscurece la conciencia de nuestra responsabilidad personal

El uso de una expresión tan abitual “tener que”, como en el caso de la afirmación: “Te guste o no, tienes que hacerlo”, ilustra hasta qué punto nuestra responsabilidad personal por nuestras acciones se ve oscurecida por esta manera de haber. En cuanto a la expresión “hacer sentir”, como en el caso de “Me haces sentir culpable”, constituye otro ejemplo más de cómo el lenguaje nos allana el camino para que podamos negar nuestra responsabilidad personal con respecto a lo que sentimos y a lo que pensamos.

Negamos la responsabilidad de nuestros actos cuando atribuimos su causa a:

  • Fuerzas difusas e impersonales: “Limpié mi habitación porque tenía que hacerlo
  • Nuestro estado de salud, un diagnóstico o nuestra historia personal o psicológica: “Bebo porque soy alcohólico
  • Lo que hacen los demás: “Le pegué a mi hijo porque cruzó la calle corriendo
  • Órdenes de la autoridad: “Mentí al cliente porque mi jefe me dijo que lo hiciera
  • Presiones de grupo: “Empecé a fumar porque todos mis amigos lo hacían
  • Políticas, normas y reglas institucionales: “Tengo que expulsarte por esta infracción porque es la política de la escuela
  • Los roles asignados según sexo, posición social o edad: “Me fastidia ir a trabajar, pero tengo que hacerlo porque soy marido y padre”.
  • Impulsos irrefrenables: “Me superaron las ganas de comer bombones y me los comí

Cuando pensamos que “alguien merece algo” bloqueamos la comunicación compasiva