“Tu informe es muy bueno.”
“Eres una persona muy sensible.”
“Anoche fuiste muy amable al ofrecerte a acompañarme a casa.”
Estas son frases típicas de agradecimiento en nuestras vidas, y por sorprendente que parezca alienan de la vida. Si nos fijamos no revela nada de la persona que lo está emitiendo al mismo tiempo que emite juicios.
Además de esto existen personas los usan porque “funcionan”, porque según los estudios demuestran que los empleados trabajan más si los elogias. Y es cierto, en primera instancia. Lo malo es que estos elogios van dirigidos sin pensar porque funcionan la persona que los recibe antes o después termina por darse cuenta y hace justamente el efecto contrario y su productividad cae en picado, pasando a sentirse manipulado.
Cuando expresemos agradecimiento tenemos que hacerlo simplemente para eso, expresar agradecimiento, sin esperar nada a cambio. La única intención es celebrar la manera en la que la otra persona ha mejorado nuestra vida.
Los tres componentes del agradecimiento
La manera en la que tenemos que expresar un agradecimiento se puede dividir en tres componentes claros:
- Las acciones que contribuyeron a nuestro bienestar
- Las necesidades concretas que han quedado resueltas o satisfechas
- Los sentimientos que tenemos como resultado de la satisfacción
A la hora de usar estos tres componentes no tiene porque ser en este orden específico incluso aveces, basta con un simple “Gracias” o una sonrisa. Sin embargo, si queremos estar seguros de que nuestro agradecimiento lo han recibido por completo, es valioso que lo desarrollemos con la elocuencia necesaria.
La recepción de las expresiones de agradecimiento
A muchos, entre los que me incluyo, nos resulta difícil recibir de corazón las expresiones de agradecimiento. Nos inquieta el pensamiento de que no nos merezcamos tales elogios, nos preocupa no estar a la altura de tales palabras. Acostumbrados a vivir en una cultura en la que comprar, ganar y merecer es la manera normal de intercambiar, el simple hecho de dar y recibir nos incomoda.
El hambre de elogios
Por mucho que lo negamos la mayoría de las personas queremos que se nos reconozca y se nos aprecie cuando hacemos algo bien. Es común que por mucho que hagamos de buena fe y actuemos de la mejor manera posible para ayudar se nos recrimine esa vez que nos equivocamos o no actuamos de manera correcta. Y más importante aún, es bastante común que como no se nos reconoce estamos más acostumbrados a prestarle mayor atención a los juicios negativos y reprimendas en contra de nuestra persona.
Una vez alguien me hizo un símil que representa esto y decía así. “Después de un día andando por la calle 98 personas te dan un abrazo por haberles ayudado en sus vidas. Y por otro lado 2 te dan un bofetón en la cara porque esas acciones les han hecho mal. Al final del día en tú cabeza recuerdas esos dos últimos, les prestas toda la importancia y olvidarás los 98 anteriores.” Y suena duro y feo pero es la realidad en la mayoría de casos.